Este encierro está siendo muy útil para leer mucho, disfrutar del paisaje que veo desde mi terraza y para reflexionar. Acabo de terminar la última novela de Vargas Llosa. Es una crónica histórica muy documentada y muy bien construida en la que se denuncian las tropelías de las dictaduras centroamericanas apoyadas con todo descaro por el gobierno de Estados Unidos, en ese periodo conocido como “caza de brujas” y que se propuso perseguir y evitar cualquier intento de modernización de países como Guatemala en los tiempos de la famosa “United fruit”. El objetivo de esta entrada no es analizar la novela, muy recomendable, sino compartir el asombro que me provoca su autor. Es un gran escritor o, quizá, un gran cronista, con mucho oficio, que usa los dramas vividos en la República Dominicana de Trujillo (“La fiesta del chivo”) y ahora los ocurridos por el intento del presidente Árbenz en Guatemala, acusado descaradamente de comunista. Como decía, el asombro me lo provoca un autor que escribe estas novelas que denuncian dictaduras de extrema derecha y a quienes las apoyan, pero en su vida personal se comporta como esos personajes a los que deja a los pies de los caballos por defender actitudes dictatoriales.
Me pregunto si esta contradicción casi escandalosa debería alejarnos de este autor por incoherente y hasta aprovechado: usa la injusticia para publicar y sacar beneficio cuando sus actos lo alinean con aquello que parece denunciar. Ya sé que ha pasado muchas veces con diferentes autores. Pero mi pregunta se refiere hoy a Mario Vargas Llosa. ¿Qué opináis?
Hola, Concha:
La controversia es vieja, desde luego. En mis clases de literatura latinoamericana, en la Facultad en los años 70, el profesor puso un día en la pizarra: Borges es un gran escritor pero un hdp. Esa contradicción existía entonces y sigue existiendo. En el caso de Vargas Llosa creo que se puede explicar por su convicción liberal: si Árbenz no era comunista, sino un reformador, debería haber podido llevar a cabo su programa. Esa convicción también lo lleva a condenar las atrocidades que cometían unos y otros. Por otro lado, el liberalismo tiene un lado (ultra)conservador con el que se alinea V.Ll., tanto en España como en algunos países latinoamericanos. Y una cosa más: en Tiempos recios se habla de eventos de hace unos 70 años: esa distancia permite más libertad; en cierto sentido, no “compromete”.
Cordial saludo desde la tierra de Gabo (otro contradictorio…),
Jan Peter Nauta