Un apunte sobre motivación y afectividad.
Como sabéis, la motivación mueve a la acción y a sostenerla. Cuando una persona tiene –según Krashen,- el filtro afectivo alto, no deja que nada penetre, se cierra y todo nuestro esfuerzo rebota. Si conseguimos que ese filtro afectivo baje, la actitud se volverá más receptiva. ¿Cómo lo conseguiremos? Creo que depende de casos y experiencias.
Podemos preguntarnos sobre actividades de motivación y afectivas. Earl W. Stevick. Sostiene que la ‘afectividad’ de alguien hacia una cosa es cómo encaja esa cosa en las necesidades y en las intenciones de esa persona y el efecto resultante en sus emociones: «Las emociones normalmente son respuestas a la forma en que se satisfacen o no nuestras necesidades e intenciones variadas». Unas páginas más adelante añade: «La afectividad juega un papel muy importante en el aprendizaje, es decir en el proceso de cambiar los recursos internos del alumno con el fin de que sean más útiles».
Yo comparto estas opiniones. Creo que lo afectivo es más individual, porque las emociones de cada persona pueden despertarse de formas diferentes y van unidas a su experiencia vital, que no es la misma que la de la persona de al lado. Usar o apoyarse en lo afectivo puede ser motivador o desmotivador, según se use o no y de cómo se haga. Os cuento: se dice que las actividades propuestas deben estar cerca del aprendiente y que nada es más fácil que hablar de un@ mism@. Así pues, solemos pedir al alumnado que, por ejemplo, comparta recuerdos de su infancia, de algunos momentos de su vida… Una alumna, en una ocasión, se echó a llorar cuando era su turno porque esos recuerdos la llevaban a su abuela, que había estado en un campo de concentración y…. Como veis, lo afectivo puede dar un resultado desastroso en lugar de ser motivador. A pesar de todo, creo que no se debe renunciar a ello de antemano; pero sabiendo usarlo con tacto.
Hay quienes creen que pensar en actividades afectivas puede resultar chocante y que a menudo lo afectivo es una actitud hacia las personas de la clase y la enseñanza, pero creo que si alguien no ha pensado en lo que dice Stevick, puede enseñársele a tenerlo en cuenta y sugerirle cómo llevarlo a cabo:
- aprenderse los nombres; si hay muchas personas en clase, pidámosles que escriban su nombre en un papel que pueden llevar pegado como en los congresos. A mí me funciona porque soy muy miope –pido que escriban con letras grandes- y que soy mayor y me falla la memoria, (la sonrisa salta).
- hacerse fichas con detalles personales de cada persona que podemos haber recogido en juegos iniciales como el que presenta Nuevo español sin fronteras 2 o similares;
- recordar que a X no le gusta escribir grandes textos, pero es muy buena resumiendo o haciendo esquemas; que Y es un poco payaso/a y puede escenificar acciones para que los otros adivinen; a Stephan, el sueco, le encantaba crear con su grupo preguntas para jugar a nuestro Trivial de la Clase…;
Y más.
Volviendo a la motivación, se trata de despertar el interés y de conseguir sostenerlo, sí, pero no olvidéis que también motiva hacer ver que se es capaz de hacer algo que en principio se considera por encima de las posibilidades de uno. Motiva descubrir – de ahí la importancia de apelar a la curiosidad innata del ser humano -; motiva que el /la docente ME tenga en cuenta, no solo como miembro del grupo, sino también como persona –y así volvemos a lo afectivo- de ahí la dificultad de deslindar las dos cosas.
Un enlace asociado a esta reflexión:
Un saludo afectuoso J
Que buena entrada, Concha. Muchas gracias por hacer concreto un tema tan abstracto.