Revisitar la experiencia 4.

Esta entrada es la continuación de la entrada 2 en la que terminaba presentándoos mi primer libro –“Curso Superior de Español” (1983) –. Ya está descatalogado, pero se ha mantenido durante muchísimo tiempo en el mercado; quiero creer que seguía sirviendo de ayuda al profesorado. Incluso, hasta hace un mes o dos, sigue vivo en manos de alguien. Lo sé porque un colega me preguntó si conocía la procedencia de una página que circulaba entre sus compañeros y compañeras que enseñaban en los niveles más altos. La verdad es que me sonaba mucho y fui a mi viejo y gastado ejemplar y la encontré: es parte de la página 167. Os la pongo aquí para que veáis que corresponde con lo que se hacía en aquel momento. No obstante, cuando yo me ponía a preparar esas prácticas, buscaba la reflexión y la justificación tras preguntar al grupo por qué daban la respuesta correspondiente, acertada o no. Si os tomáis la molestia de contestar, os daréis cuenta de que hay una intención que persigue tratar unos aspectos concretos del subjuntivo y que va más allá de completar huecos. Si las respuestas fueran erróneas, no impedirían la comunicación, por supuesto. Pero quienes se han inscrito en un curso avanzado de gramática buscan porqués, quieren entender el funcionamiento de la lengua.

Fijaos por ejemplo en las interrogativas indirectas; en la negación o en los recursos léxicos, que no son casos especiales, sino que se pueden asociar con verbos o estructuras más conocidas y estudiadas previamente. Lo que me movía a elaborar este tipo de prácticas reflexivas es que ese alumnado estudioso y preguntón ampliara su nivel de comprensión para poder responder acertadamente.

Alrededor de este libro he vivido momentos muy emotivos y también divertidos. Lástima no tener fotos de todo ello.

Os cuento dos anécdotas entrañables para mí. Una de ellas, recurrente durante algunos años, se producía cuando llegaban profesoras o profesores al centro donde enseñaba en la época y se interesaban por la autora del mencionado libro. Cabían dos posibilidades: o bien una compañera me buscaba y me presentaba, o bien, si estábamos en clase y usábamos el libro, alguien preguntaba con ojos como platos: ¿De verdad eres tú la autora de este libro? En ambos casos la sorpresa era mayúscula. Yo preguntaba el porqué y la respuesta era: Eres demasiado joven para haber escrito un libro tan serio. Y pedía aclaraciones; siempre acabábamos riéndonos y yo me quedaba para mis adentros con la sensación agradable de haber hecho algo que valía la pena. Con el paso de los años dejaron de extrañarse de la juventud de la profe en relación con su publicación. ¡Es lo que tiene la edad! 😊

La otra anécdota ocurrió en la Bourse de Langues de Paris. El Colegio de Salamanca, que habíamos abierto mi compañera Martina Tuts y yo en 1986, tenía un estand en el que anunciábamos nuestro centro y, como reclamo, habíamos colocado el libro en un expositor. En un momento determinado se acercaron dos profesores húngaros preguntando por la autora. Ahí estaba yo. Me dijeron que usaban mi libro en su universidad y estarían encantados de invitarme a dar un curso completo para el departamento. Anunciaron que no podían pagarme mucho y que comprenderían que dijera que no. Todo esto ocurría en 1987. Hungría aún estaba tras el “Telón de acero”. Quedamos en que tenía que pensarlo y les daría una respuesta al volver a Salamanca.  Mi socia y yo hicimos cuentas y decidimos que valía la pena el esfuerzo económico. Y fui. ¡Qué experiencia inolvidable! El departamento de español me acogió con afecto y respeto e hicieron todo lo posible para que mi estancia fuera memorable. ¡Y lo fue! Todavía hoy recuerdos detalles que convirtieron aquellos días en calurosos a pesar del frío exterior. Volví conmovida y emocionada ante las reacciones que mis propuestas gramaticales habían provocado en aquel grupo de profesionales que tanto sabían y que estaban dispuestos a seguir aprendiendo desde otra perspectiva.

Volví de aquella experiencia transformada. Era mi primer viaje al extranjero para dar un taller a un profesorado formado, pero dispuesto a escuchar a una jovencita que tenía su propia visión de las cosas.

Pasó el tiempo. El telón de acero había caído y un día de 1995 se presentaron en nuestro colegio dos profesoras a las que había conocido en aquella primera aventura. Venían a invitarme de nuevo para dar un Curso de Perfeccionamiento de Lengua y Metodología para Profesores de Español no nativos. Pero esta vez sí podían hacerse cargo de todos mis gastos y fueron muuuy generosas. Budapest había cambiado bastante, pero allí seguían prácticamente todos los y las colegas que había conocido. Además, me llevaron a visitar algunos lugares cercanos a la capital. De ese viaje sí que hay fotos en papel, pero no las tengo en Ostende.

Lo que sí he encontrado es una práctica que les propuse apoyándome en imágenes, otro de mis recursos favoritos junto al teatro. Claro, visto desde hoy en día, resulta hasta tierno; pero está claro que yo hacía mis pinitos en la búsqueda de otros materiales que amenizaran e hicieran visuales las reglas. Nada comparable a lo que nos permite hoy la IA. Y hoy lo dejo aquí. Espero no tardar tanto en volver a revisitar la experiencia con vosotr@s.

 

 

 

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