Como continuación a la última intervención, seguimos reflexionando sobre la expresión oral en el aula de español.
Del miedo al error y de la corrección
El hecho de querer hacerlo bien lleva aparejado el miedo a no hacerlo, a quedar peor delante de los demás que ese compañero o esa compañera que parece tan seguro/a de sí mismo/a. De ahí que solo me atreva a hablar cuando sé a ciencia cierta que he construido una oración correcta.
Este podría ser el pensamiento de muchos de mis alumnas y alumnos tímidos o inseguros. ¿Cómo resolver este problema? Hay diferentes fórmulas: creando un buen clima y mostrando que los errores son el paso previo al aprendizaje. Pero, además, usando de esas tareas o ejercicios pre-comunicativos que ayuden a formular ideas de manera pautada; también ayudará el trabajo didáctico o el material elaborado con fines pedagógicos. Será muy importante que dejemos tiempo para preparar las intervenciones y poder decir así algo que se ajuste a lo que quieren decir. Otra cosa fundamental es convertirse en interlocutores cooperativos, que ponen todo de su parte para entender lo que se nos quiere decir a veces de forma poco clara.
En cuanto al hecho de corregir, os cuento cómo resuelvo yo la corrección de la expresión oral. Lo llamo la «tos pedagógica». Consiste en que cuando los alumnos están hablando, a mí me entra una tos cómica, que ellos reconocen, justo cuando cometen uno de esos errores archicorregido previamente en clase. Incluso puede que ese error lo tengamos en un cartel colgado en la pared. Cuando oyen la tos me miran, yo hago un gesto, se paran un momento, También puedo repetir lo que han dicho y automáticamente se autocorrigen. Si hay un cartel en la pared, miro el cartel y con eso basta para la autocorrección. La gracia de esta fórmula está en dosificar esa tos para que surta el deseo esperado. Con el tiempo la autocorrección funciona como el monitor de Krashen. Os invito a probarla.
¿Es defendible no hablar en clase?
¿Podría preguntar si es defendible no beber? Digo esto porque hablar es una destreza más, tan necesaria como las otras. Pero quería que os paraseis dos minutos a pensar en lo hipervalorada que está. En que puede llegar más tarde y no pasa nada. El periodo silencioso de cada persona es diferente. Quería que os dierais cuenta de hasta qué punto somos productos culturales con horror al silencio.
Dejadme terminar con una cita de Raimon Pannikkar: Quien no ha gustado del silencio, no saborea la palabra.
En la siguiente entrada hablaremos de las actividades pre y cuasi comunicativas, tal como las concibe Littlewood.