Al hilo del debate sobre formación inicial del profesorado del que tenemos cumplida información en educ@contic, he rescatado mi propuesta para el Libro blanco de la educación intercultural. La he releído y aunque mi perspectiva en ella no es 2.0, sigo creyendo en los objetivos planteados y en los beneficios que proporcionaría.
Aquí os la dejo.
Cuando leemos que hay que cambiar la forma de actuar de los y las docentes y pedimos que haya formación continua para que el profesorado se actualice, se nos olvida que tendemos a reproducir modelos en todos los ámbitos de nuestra vida y que, según ese principio, propendemosa enseñar según nos han enseñado. No digo nada nuevo si recuerdo que se acusa al sistema educativo de reproductor, de poco innovador y de ir por detrás de la sociedad. Por otra parte se sabe que el alumnado retiene el 10% de lo que lee; el 20% de lo que escucha; el 30% de lo que ve; el 50% de lo que ve y escucha; el 70% de lo que dice y el 90% de lo que dice y hace. Sin embargo, se sigue haciendo hincapié en clases en las que predominan los dos primeros puntos. Se pide que el profesorado asista a cursos de actualización pedagógica al mismo tiempo que en las universidades se sigue enseñando desde detrás de la mesa, sin enseñar estrategias de aprendizaje[1], con un discurso unidireccional que, en la mayoría de los casos, no exige del alumnado otra cosa que no sea tomar apuntes, retener contenidos y responder lo más fielmente posible en los distintos exámenes a las preguntas planteadas. Sin embargo, a ese mismo grupo, formado de esa manera, se le exige que, cuando llega a las aulas, haga alarde de sus recursos para comunicarse con su alumnado, que transmita de manera adecuada el interés por la materia y que consiga alejar el fantasma del fracaso escolar.
La contradicción queda claramente evidenciada, a mi modo de ver: se forma a un cuerpo docente para mantener aulas monolíticas, sin interacción, sin despertar la curiosidad o la pasión por la materia y su enseñanza, sin atender a las inteligencias múltiples y sociales, pero en la prácticase exige lo contrario.
Si contamos con la experiencia aplicada de la enseñanza del español o de otra lenguacomo lengua extranjera, —que no es incompatible con el concepto de enseñanza del español como segunda lengua o lengua nueva[2]—, ¿por qué no se prueba a transferir esa metodología a la formación inicial del profesorado de lenguas para cambiar desde la base la contradicción antes mencionada?
Los objetivos de un cambio en la formación inicial del profesorado serían:
– Alejarse de la tendencia a la homogeneización, a la desinformación sobre los procesos de aprendizaje y su variedad cultural y personal[3].
– Alejarse de la transmisión unidireccional de conocimientos entre profesorado y alumnado.
– Formar un profesorado consciente de la importancia de saber comunicarse con su alumnado apoyándose no solo en criterios lógicos sino también afectivos o emocionales [4].
– Poner de relieve que la motivación de quien enseña y su pasión por la materia son percibidas por el alumnado, convirtiéndose a su vez en fuente de motivación que facilita la evaluación positiva de los procesos yel éxito en los resultados[5].
– Conseguir que el alumnado, que se convertirá en docente, aprenda según modelos que fomenten su espíritu crítico; la autonomía para aprender; la asertividad; el trabajo colaborativo; el afán de superación de los retos intelectuales.
– Inculcar, a través del ejemplo dado en los centros de formación, la importancia de la reflexión sobre la propia práctica para corregir fallos y potenciar los aciertos.
– Desviar el foco desde la preocupación por impartir conocimientos nuevos ex nihilo hasta la construcción de los mismos, apoyados en experiencias y conocimientos previos.
– Demostrar la importancia de impartir conocimientos de forma estructurada, secuenciada y progresiva que permitan un proceso personal de asimilación.
– Establecer nuevos criterios de evaluación que, sin olvidar los resultados, tengan en cuenta los procesos así como la autoevaluación y la co-evaluación.
Las medidas deseables para materializar estos objetivos podrían ser las siguientes:
– Incluir en el perfil de los docentes universitarios, facetas relacionadas no solo con los conocimientos académicos, sino también con la capacidad de transmisión de los mismos.
– Premiar académicamente no solo las publicaciones teóricas sobre la materia impartida, sino también los trabajos reflexivos y estructurados sobre la propia práctica docente.
– Fomentar la motivación docente, entendida como el proceso para despertar a la acción, el sostenimiento de la actividad en progreso y la regulación del patrón de actividad. Y esa motivación es tan importante porque el estancamiento no sólo acaba por producir hastío, sino que nos hace ineficaces.
– Establecer un sistema en el que el alumnado evalúe las clases recibidas que sirva para que el profesorado recapacite sobre su propio conocimiento, sus destrezas pedagógicas o sus actitudes interculturales. Es cierto que en algún caso puede haber opiniones malintencionadas, pero conocer el efecto que ha tenido nuestro trabajo sobre quienes lo han compartido, nos obliga a detenernos y darnos cuenta de que seguimos aprendiendo, de que enseñar permiteaprender a aprender.
– Incluir, entre las exigencias necesarias para mantener un puesto docente universitario, la obligación de realizar cursos de actualización metodológica computables cuyo aprovechamiento se manifieste en la forma en que se organicen e impartan las clases posteriores.
– Incluir en el currículo universitario asignaturas de prácticas de las materias que se evalúen de manera equivalente a las teóricas.
BIBLIOGRAFÍA
– Monereo, Carles (Coord.) (1994): Estrategias de enseñanza aprendizaje. Graó. Barcelona.
– Moreno García, Concha (2004): La enseñanza de español como lengua extranjera en contexto escolar. Un enfoque intercultural de la enseñanza de la lengua. Libros de la Catarata. CIDE. FETE-UGT).
—(2009): Términos ‘Estereotipo’; ‘Metodología intercultural’; ‘Motivación. Motivar’ y ‘Segundas lenguas’ en la obra colectiva Glosario educación intercultural. FETE-UGT, Coordinación: Colectivo Yedra.
– Pine, G. J. y Boy, A.V. (1977): Learner Centred Teaching: a humanistic View. Love Publishing Co. Colorado. Denver.
[1] Recordemos a este respecto un trabajo que coordinó Monereo en 1994.
[2] Ver la distinción realizada en Segundas lenguas dentro del Glosario de educación intercultural.
[3] En este sentido me gustaría que se valorase el enfoque orientado a la acción propuesto en el apartado 2.1. del Marco Común Europeo de Referencia (MCER) y que tiene en cuenta los recursos cognitivos, emocionales y volitivos del individuo.
[4] Ya en 1977, Pine y Boy decían que los alumnos sienten la estructura emocional del profesor mucho antes de sentir el impacto del contenido intelectual que les ofrece.
[5] En el apartado 6.4. del MCER se dice: La eficacia [en la enseñanza-aprendizaje] depende de la motivación y de las características particulares de los alumnos así como de la naturaleza de los recursos, tanto humanos como materiales, que pueden entrar en juego.