Toda una vida enseñando. Toda una vida aprendiendo.

Con tanto viaje y con las vacaciones y el principio de la asignatura de gramática del máster de la UNED, he descuidado un poco a este amigo. Antes de todo esto, me encontré con mi intervención en el Simposio 25 años de ELE, organizado por el IC en 2009. Os la pongo aquí porque la escribí con el corazón más que con la cabeza (bueno también con un poquito de cabeza).

Como quienes me han precedido, tengo que dar las gracias a Francisco Moreno y a su equipo por esta invitación, que me permite compartir celebración con personas cuya obra conocí en 1974.  ¡Dios mío! Empecé a enseñar en los Cursos para extranjeros de la Universidad de Salamanca y del Colegio de España hace 35 años.

Dado que estoy rodeada de grandes profesionales que abordan / han abordado el lado más técnico, yo he querido centrarme, para ser fiel a mí misma, en el lado afectivo, en la inteligencia emocional. Y para ello, aplicando los principios que propugnamos en las clases, de pedir a nuestro alumnado que hable desde su experiencia personal, presento mi intervención desde lo que yo viví y desde la reflexión posterior, lo cual me permite enlazar los perfiles y papeles de profesorado y alumnado.

En 1974 había muy poco material con el que ir a clase siendo una recién licenciada en Románicas y sin tener ninguna experiencia docente. Afortunadamente, me encontré con los libros de Antonio José Rojo, los de Aquilino Sánchez  y más adelante con los de Jesús Sánchez Lobato, todos ellos presentes en este encuentro.

Pero las horas de clase se multiplicaban y, además, lo mismo había que enseñar a un grupo de principiantes, que a uno muy avanzado. Nada que cualquier docente no haya experimentado y siga experimentando. ¿Qué podía hacer alguien como yo, que quisiera atender a los niveles y necesidades planteados por sus alumnas y alumnos, heterogéneos, tanto desde el punto de vista personal, como desde el punto de vista de sus necesidades? Lo que viene haciendo cualquier docente: completar, ampliar, buscar otras cosas, es decir, crear materiales. Mis cuadernos de la época, que conservo, están llenos de reflexiones sobre qué salió bien, qué salió mal y por qué. Al releerlos, me encuentro con notas sobre personas que tenían necesidades concretas o habilidades especiales. Tanto a unas como a otras trataba de buscarles respuestas satisfactorias.  Cuando vuelvo la mirada atrás, me doy cuenta de que ya entonces una docente de español actuaba primando los intereses, las exigencias, la forma de trabajo de las personas que tenía en el aula. Las clases, dadas siempre en español, tenían que tener en cuenta las diferentes culturas allí presentes. Todos y todas recordarán aquello que siempre preguntábamos: «¿Y es igual en tu país?», o «¿cómo es en tu país?». Tras esas preguntas se producía la reflexión sobre lo propio, la comparación… ¿Acaso aquello era ya un atisbo de interculturalidad? Usaba esas diferencias como aliciente para la interacción, para la conversación, pues no me podía permitir que los estudiantes se aburrieran, que no sintieran que estaban progresando. A veces, descubría que el problema que detectaba en el aula procedía de cuestiones personales previas a ella. La forma de resolverlo era la conversación en privado, la búsqueda personalizada –como se dice ahora – de una solución.

Si comparo todo esto con los papeles asignados modernamente a docentes, que se quieren ‘profesionales’, descubro que no andábamos tan desencaminados aunque sí un poco a tientas. Este listado sobre lo que hace o debe hacer el docente procede de las respuestas dadas, a lo largo de los años, por alumnos y alumnas, que, después, yo he organizado y completado.

  • Estimula creando un ambiente propicio, planteando actividades interesantes, animando en momentos de dificultad, etc.
  • Trata de conocer a su alumnado tanto intelectual como afectivamente.
  • Selecciona y evalúa materiales y actividades. Los crea para completar o actualizar aquellos de los que dispone.
  • Dinamiza, atrayendo y reconduciendo la atención, previniendo o transformando conflictos, favoreciendo la participación.
  • Transmite nuevos conocimientos explicando, aclarando, expandiendo.
  • Enseña a relacionar contenidos dentro de su materia con otras materias y con la realidad externa al aula.
  • Proporciona feed-back ante los errores.
  • Negocia o informa de los objetivos del curso o de las actividades.
  • Observa para conocer las características y comportamientos de cada miembro del grupo.
  • Organiza, planifica, prepara instrucciones, distribuye el espacio del aula.
  • Supervisa comprobando que se trabaja. Investiga las actuaciones propias y las de su alumnado.
  • Se autoevalúa y sistematiza su trabajo.

Entre los tanteos de mis primeros años, este listado más o menos estructurado y las recomendaciones hechas al profesorado por el MCERL o del Plan Curricular del Instituto Cervantes -otros hitos importantes en nuestro recuerdo-, ¿qué pasó?

La necesidad de completar los materiales existentes en el momento me llevó a la publicación del Curso superior de español en 1982, manual al que nunca le agradeceré bastante lo que ha hecho por mí. Quizá gracias a él fui invitada a ese hito, ya mencionado, de Las Navas del Marqués en 1986. Tuve el honor de asistir en dos ocasiones. Ello me permitió conocer a personas con las que también comparto mesa o celebración: Lourdes Miquel, Neus Sans, Peter Slagter. Me puso al día de lo que se estaba haciendo en el mundo del español, entre otras cosas tuve en mis manos como primicia el Nivel Umbral y la posibilidad de discutir sobre los principios del comunicativismo, pero, especialmente, creó en mí la conciencia de que ese trabajo, que hasta aquel momento hacía por vocación, podía profesionalizarse y para ello había que reflexionar sobre la propia actuación, mirar no solo hacia dentro, también hacia fuera y buscar pautas. Sin saberlo aún, iba a hacer una activa reflexión sobre la propia práctica que me llevaría a lo que después se conocería como la «sistematización de experiencias», que va mucho allá de la categorización o de la mera evaluación del proceso.
Como les decía, las Navas del Marqués supusieron para mí la conciencia de que estaba formándome como profesional, y la apertura al mundo. Siempre he dicho que enseñar español como lengua extranjera me trajo muchos mundos a casa, muchas miradas diferentes sobre la realidad: las de mis alumnos y alumnas. Pero tras esos encuentros, descubrí a otras personas que hacían lo mismo que yo en otros lugares, y a ello contribuyó en buena medida ASELE, asociación bien conocida por ustedes, y muy bien representada en esta mesa. A partir de entonces he viajado, he visto y he vivido en directo las dificultades y el entusiasmo de las profesoras y profesores de las Casas de España, transformadas algunas de ellas después en Instituto Cervantes. Asistí a clases en centros bilingües, que me hicieron sentir envidia porque en esa época nada o muy poco había en España que pudiera comparárseles. He visto nacer y crecer desde 1991 al Instituto Cervantes. Pero, sobre todo, he visto crecer el número de personas que estudian español desde Noruega a Israel, desde Austria a Marruecos,  pasando por Grecia o Portugal. ¡Y cómo no, en Brasil! En mi primer viaje allá, en 1997, conocí personalmente a Francisco Moreno. Como ven, podría resucitar para esta tarde un viejo eslogan, que mi compañera Martina Tuts recordará muy bien y que está vinculado al Colegio de Salamanca: «El español nos une». Esos viajes a Brasil me han permitido conocer a gente esforzada que viaja miles de quilómetros para asistir a cursos, a talleres de actualización, que agradecen con afecto lo que se comparte con ella. Cada vez que alguna colega se acerca a darme las gracias, siento que soy yo quien debe dárselas por ayudarme a mantener viva mi motivación para seguir enseñando.

En el perfil o en los papeles atribuidos a los docentes, que documentos como el MCERL detalla en el punto 6.4.2.,  no se menciona la importancia de su propia motivación, entendida como el proceso para despertar a la acción, el sostenimiento de la actividad en progreso y la regulación del patrón de actividad. Y esa motivación es tan importante porque el estancamiento no sólo acaba por producir hastío, sino que nos hace ineficaces. Es ella, la motivación, la que facilita el encuentro de docentes y discentes en mi reflexión final. ¿Por qué? Porque entre los papeles asignados al alumnado está el de evaluar el trabajo realizado. Recibir esas evaluaciones (encuestas se llamaban allá por 1974) de los alumnos y alumnas nos sirve para recapacitar sobre nuestros conocimientos, sobre nuestras destrezas pedagógicas o nuestras actitudes interculturales. Es cierto que en algún caso puede haber opiniones malintencionadas, pero conocer el efecto que ha tenido nuestro trabajo sobre quienes lo han compartido, nos obliga a detenernos y a darnos cuenta de que seguimos aprendiendo, de que enseñar permite aprender a aprender. Hoy en día somos más profesionales o tenemos muchos más medios para serlo, pero seguimos siendo caminantes. Creo que mi suerte es haber elegido el camino que me gusta y en el que me acompañan personas y teorías que pasan y personas y teorías que quedan. Pero lo importante es seguir haciendo ese camino.

4 comentarios en «Toda una vida enseñando. Toda una vida aprendiendo.»

  1. Gloria Quiñónez

    Querida Concha, me he permitido compartir tus palabras en twitter porque se tiene saber, sentir y entender lo que acabas de escribir por y para tod@s l@s que nos dedicamos a esta emocionante profesión.
    Gracias por ser quien eres y ayudarnos a ser lo que somos.
    Gloria

  2. piedad

    Concha, aunque habíamos hablado sobre lo que pensabas decir en aquel momento, todavía no lo había leído. Tengo que decirte que me ha gustado mucho, muchísimo. Lo resumes perfectamente en el título: “Toda una vida enseñando. Toda una vida aprendiendo”.

    ¡Lo que han cambiado las cosas en nuestro campo desde mediados de la década de los setenta!
    Escasez de materiales, apenas cursos de didáctica, ni ¿máster? ¿Qué era eso? Ni nos sonaba todavía…
    Y te pusiste a trabajar… ¡Y no has parado!

    Desde el 92, fecha en que nos conicimos, hasta el 95, fecha en que publicamos el Avance primigenio has caminado siempre y en algunas épocas lo hemos hecho juntas (siempre que publicamos juntas, no falla ).

    Espero formar parte de las personas y teorías que quedan. Pero, como bien dices, lo importante es seguir haciendo ese camino.

    ¡Enhorabuena por toda tu trayectoria!

    Piedad

  3. Concha Moreno García

    Piedad, ¡qué bonito! Sí, formas parte de esas personas que quedan. Tú también has evolucionado y parte de ese camino lo hemos recorrido juntas. Cuánto hemos aprendido, ¿verdad?

    Que sigamos así; eso será la mejor señal.
    Gracias por pasarte por aquí.
    UN abrazo

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