Con Pocoyó, Elly y Pato en clase de primero

O me paso semanas sin decir ni pío o entro dos veces seguidas.
Hoy quería referirme a los principiantes japoneses. Tengo tres grupos de nivel A. Tengo con ellos una hora a la semana y otra profesora y otro profesor les dan otra hora de lo que se llama “conversación”. Además asisten a clase de gramática que imparte un profesor japonés en japonés. Se les imparten otras materias, pero las que van a influir en la capacitación de sus habilidades comunicativas son nuestras dos horas de conversación.

Yo no hablo japonés y no puedo apoyarme en la traducción, como mi compañera y mi compañero, así que empleo toda mi capacidad teatral y mi horrible forma de dibujar (cosa que les hace mucha gracia), así como imágenes de ppt o de youtube para que todo les entre por los ojos.

Es importante decir que la estructura de la lengua japonesa es muy diferente de la del español y que nuestros verbos suponen un esfuerzo añadido por su conjugación.

Estamos usando en clase Nuevo Avance Básico que, como digo, vamos complementando. Yo me apoyo mucho, repito, en la teatralización.

Hoy he entrado en mi clase de 1B2 (es decir,  nivel 1, grupo B2), el primer grupo con el que me reencontré con los principiantes. Como siempre, ya estaban en clase sonrientes y con el cartelito de su nombre en la mesa (aceptan que la profe tiene muchos estudiantes diferentes y no puede aprenderse los nombres así como así).

Hemos empezado recordando lo de la clase anterior: preguntas para saber cosas de las personas: ¿qué, de qué (color), quién, dónde, de dónde…? Para hacerlo de forma controlada, han leído en parejas unos ejercicios muy sencillos.

Después hemos usado unas fotocopias en color de Pocoyó, Elly y Pato. (Ellos me habían hablado la semana anterior de dibujos animados japoneses; Doraemon, Luffy,Gandam). Por eso les he llevado a nuestro niño azul y sus amigos. Los he puesto en parejas otra vez y les he repartido aleatoriamente las fotocopias. Tenían que hacer preguntas sobre esos personajes. Se ayudaban con el cuadro del libro y los ejemplos que habíamos hecho antes.

Una vez elaboradas, se las lanzaban a otra pareja que tuviera el mismo personaje. Ha sido un éxito: han usado el español para ampliar la información. Nos hemos reído de buena gana.


Alguien podría pensar que es infantil llevar a clase estos personajes, pero lo cierto es que los carteles que rodean a estos estudiantes en el tren, en la tele, etc. son muy ingenuos, infantiles y por eso lo han pasado bien inventando la vida de cada uno.

Yo he disfrutado cada vez que levantaban la mano y decían, por ejemplo, “Concha, ¿cómo se dice esto en español?”.

La conclusión de este reflexión es que si desde el principio se acostumbra al alumnado a tratar de entender sin recurrir al diccionario en primera instancia, su capacidad de intuir crece. Si se les ayuda con actividades controladas que les sirvan de modelo, su seguridad aumenta. Si cada vez que entienden o hacen algo que esta bien o casi bien, se muestra alegría, sus ganas de seguir se multiplican. Si se cuenta con un manual que pueda servir para estudiar por su cuenta, pero se enriquece según el tipo de alumnado que tengamos, este se dará cuenta de que se les tiene en cuenta como grupo y como individuos. Partamos de su realidad y adaptémonos a ella para conseguir poco a poco que caiga esa barrera de la timidez y la vergüenza, que existen, pero que no son inamovibles.

7 comentarios en «Con Pocoyó, Elly y Pato en clase de primero»

  1. Gisele Fernández Lázaro

    Muy buena reflexión, Concha.

    Con respecto al uso de la traducción en el aula, ya sabemos que cada cuál tiene sus teorías y preferencias. En mi caso, con un nivel cuasi-nativo del japonés hablado, he pasado por todas las opciones posibles: desde dar la clase completa en japonés, usarlo solo para explicar la gramática, echarle mano solo en casos excepcionales para responder preguntas muy concretas, o, en estos últimos tres años, hacer como que no tengo ni idea de japonés (y se lo creen).

    La ventaja fundamental de recurrir a la L1 del estudiante en clase es el ahorro de energía y, sobre todo, de tiempo. La desventaja más obvia es que en cuanto ellos saben que hablas su lengua, dejan de esforzarse por hacerse entender en español y solo lo utilizan para la práctica de actividades (y a veces, ni eso).

    Pero una consecuencia inesperada y muy agradable que observé en los estudiantes principiantes estos últimos años (desde que no uso su lengua) fue su adquisición de estrategias comunicativas al cabo de pocos meses. Cuando quieren decir un término que desconocen, ya no recurren ni al diccionario ni a su L1, sino que usan el léxico que saben, la mímica o las descripciones para expresar lo que desean, tal como me han visto hacer a mí desde el primer día. Ese tipo de estrategia que resulta tan necesaria cuando te encuentras en un país extranjero, nunca la podrían adquirir si el profesor usa como lengua vehicular la lengua materna del estudiante.

    1. Concha Moreno García

      Hola, Gisele. Gracias por tu comentario. Entiendo y comparto lo que dices, pero lo que más comparto -ya lo puedes imaginar- es la última parte de tu comentario. Yo los veo haciendo esfuerzos por entenderme, por adivinar qué quiere decir esa teatrera con sus gestos o sus dibujos y cuando entienden y construyen una frase, la traen a clase otro día. Por eso, aunque entiendo el ahorro de tiempo y energía que supone la traducción, prefiero esta situación.
      En el viaje de orientación, vinieron a “hablar” conmigo con sus escasos recursos y con los más escasos míos y fue muy bonito ver cómo lo intentaban.
      Seguiremos hablando 🙂

  2. Irukina

    Totalmente de acuerdo. Mi nivel de japonés es medio-bajo diríamos pero aún así siempre les digo que yo no sé nada y así realmente se esfuerzan y aprenden más.
    Sobre POCOYO ¡me encanta! Lo he usado bastante y en clases de nivel un poco más alto, trabajar con los vídeos es una gozada. Lo he hecho con adultos y se han divertido. No les ha parecido una tontería y además han aprendido muchas expresiones coloquiales que no suelen salir en los libros.

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